Los datos de la Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer 2019, elaborado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género en colaboración con el Centro de Investigaciones Sociológicas, son demoledores.
Y son demoledores porque han puesto cifras (también necesarias) a aquella violencia invisibilizada, la violencia que no sale en los medios de comunicación, aquella violencia que hasta ahora no formaba parte del imaginario social de la población y es precisamente por este motivo que el resultado ha sorprendido tanto. Su importancia radica en que ha puesto luz a la violencia más oculta, revelando que la violencia tiene muchas caras (sexual, física, psicológica, económica, etc.) y que en el caso de la violencia sexual, mayoritariamente es ejercida por una persona conocida de la víctima o un familiar (49% y 21% de los casos respectivamente).
Estos datos pueden ser un primer paso para romper con muchos mitos y estereotipos que solo perjudican el trabajo para su erradicación, a la vez que también ponen de manifestó que aún queda mucho trabajo por hacer, ya que la violencia sexual se da mayoritariamente entre las mujeres más jóvenes.
Este constante y predominante imaginario erróneo de que es la violencia machista, en realidad es una forma de aislar el problema, de evitar la responsabilidad social y de considerar la violencia machista como casos puntuales productos de ambientes marginales, y no un hombre fruto de la cultura patriarcal y presente en todos los estratos de la sociedad. Y estas percepciones nos evidencian cómo es de difícil concebir que la persona que ejerce violencia pueda estar perfectamente integrada en la sociedad. Pero la realidad es que la violencia machista está integrada en la misma estructura social, y esto significa que es la misma sociedad la que la tolera y la permite porque se han normalizado muchas de sus expresiones.
Si explicamos la violencia como si fuera un árbol, vemos que hay una parte visible que se sustenta en otra parte invisible mucho más grande.
LAS VIOLENCIAS VISIBLES no pasan de un día para otro, sino que hay un conjunto de violencias invisibilizadas que permiten que esto acabe ocurriendo.
LAS VIOLENCIAS INVISIBLES son situaciones que nos pueden parecer inofensivas o poco importantes (como cosificar a las mujeres, hacer chistes despectivos sobre ellas, invisibilizarlas a través del lenguaje….) pero que son el caldo de cultivo de la violencia más explícita. Estos comportamientos pueden aparecer de diferentes formas: insultos, piropos, humillaciones, celos, desvalorizaciones, desprecios, humor sexista o control.